Veremos algunas edificaciones en la confluencia de los ríos Deva y Quiviesa, y algún puente, como el de San Cayetano. Oiremos un lenguaje que no es exactamente el nuestro actual. Veremos llegar gentes, cada vez más gentes, huyendo del sur expulsados por los árabes. Les veremos llegar y establecerse en la zona repoblada por Alfonso I desde mediados del siglo VIII, y les veremos colocarse en torno a la primitiva iglesia de San Vicente. Y leeremos en el año 847 en un pergamino "estrata pública que discurrit ad Pautes" (el camino público que conduce a Potes).
Y continuaremos viajando por el tiempo de señores y vasallos y veremos Potes regido por un conde en el siglo X, a partir del siglo XIII sustituido por un merino, y escucharemos a Sancho IV en 1291 dictar un escrito para favorecer la celebración del mercado instando a dejar las armas en las posadas hasta su partida. Y vemos cómo la aldea se convierte en villa y va creciendo y creciendo…
En el Becerro de las Behetrías (1351) Potes ya aparece ligada a don Tello. Y aparece en el panorama una casa-fortaleza. Se considera que fue erigida sobre otra anterior perteneciente al linaje de La Lama. Su primer propietario conocido es, sin embargo, Juan Téllez ‘el viejo’, hijo del infante don Tello, que recibió de su padre, Alfonso XI, las merindades de Aguilar y Liébana y, más tarde, de su hermano Enrique II de Trastámara, el condado de Castañeda. En 1370 Juan Téllez se casó con Leonor de la Vega (que, una vez viuda, casaría con Diego Hurtado de Mendoza, el marqués de Santillana), y a través de ella pasaron en 1432, los dominios y derechos sobre esta zona a la Casa de Mendoza a través de su hijo Iñigo López de Mendoza. En el inventario de bienes de Leonor de la Vega, la torre lebaniega es descrita como "casa fuerte de Potes".
Y seremos espectadores de las luchas señoriales entre los Manrique (Señores de Castañeda herederos de Aldonza hija de Juan Téllez) y los Mendoza por hacerse con el territorio. Del incendio en 1444 de la fortaleza, quemada durante los combates entre el marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, y su hijo, contra Pero González de Bedoya y Garci González de Orejón, y de su reedificación unos años después. Y veremos desde primera fila la concesión por los Reyes Católicos en 1475 del título de primer Duque del Infantado al II Marqués de Santillana don Diego Hurtado de Mendoza (1417-1479) en pago por el apoyo armado que prestó a Isabel la Católica.
Mientras, la torre del Infantado se alza defensiva y robusta cual fortaleza a la vista de todos. Son cuatro pisos, con azotea, rematado por una cornisa apoyada en modillones que sostiene una barbacana corrida, con cuatro almenas esquineras, pocas ventanas, y un gran balcón central en el primer piso, y vemos que han colocado un escudo en la fachada con las armas del II Duque del Infantado Íñigo López de Mendoza (1438-1500) y su esposa María de Luna.
En 1520 será escenario de combates entre comuneros liderados por Garci González Orejón de la Lama que sitiaron y asaltaron la torre donde se refugiaban los partidarios de Carlos V entre los que se hallaba Toribio Alonso de Mogrovejo. Tras largo asedio los comuneros capturaron al señor de Mogrovejo y lo arrojaron al vacío desde lo alto de la torre. Esto es lo que defienden algunos historiadores si bien parece que no fue así como podemos ver en la Píldora de Historia sobre Orejón.
Esa misma torre pasa a ser residencia del corregidor de la provincia de Liébana y posteriormente del alguacil de la cárcel pues fue prisión durante más de 350 años. Hacia 1595 se reconstruye la estructura de madera porque los presos la habían usado para calentarse.
Por el Catastro del Marqués de la Ensenada, realizado en la villa el 16 de enero del año 1753, sabemos que era villa de señorío, perteneciente a la Duquesa del Infantado. Villa que tenía 136 vecinos con 150 casas.
Durante la guerra de la Independencia (1808), fue escenario del enfrentamiento de los guerrilleros lebaniegos con los franceses que dieciséis veces entraron en la villa sin conseguir nada. Escuchamos que llegan noticias del general Mahy que desde La Coruña, todo admirado, exclama: "Habitantes ilustres de la Liébana, la gloria de vuestros triunfos no ha podido encerrarse en los estrechos límites de una provincia reducida. Toda la península resuella con el eco de vuestro nombre…".
En 1823 fue protagonista de la guerra civil entre realistas (partidarios de Fernando VII) al mando de Manuel de Colmenares y Prellezo, y constitucionalistas (partidarios de la Carta Magna de 1812). Las tropas realistas obligan a las tropas constitucionales a refugiarse en la torre, donde son sitiados. Al día siguiente capitularon.
En 1868 Mariano Téllez Girón y Beaufort Spontin (1814-1882), el XV Duque del Infantado, vende la torre a particulares convirtiéndose en casa de zapatero, panera y destilería de orujo. En 1922 figura como propietario Eduardo Sánchez, quien publica en La Voz de Liébana un anuncio para vender la "Torre de la Cárcel".
Durante la Guerra Civil, en 1937, Potes es incendiada y destruida en gran parte. Diez años después la Dirección General de Regiones Devastadas, con proyecto de Juan José Resines del Castillo, inicia la restauración de la villa y su torre. Su interior fue sustituido por una estructura de hormigón y piedra, se abrieron grandes huecos en su fachada, se añadieron nuevas ventanas, se tapiaron otras, el entorno se modificó... La Torre se convirtió en el nuevo ayuntamiento que fue inaugurado el 5 de marzo de 1949. También acogió los Juzgados. Finalmente, en 1983, el casco antiguo de la villa de Potes fue declarado Conjunto Histórico.
Nuestro viaje en la máquina del tiempo llega a su fin porque la realidad supera a la ficción. Y, si realmente hubiéramos viajado en el tiempo, nos habría sorprendido la grandeza del paisaje, de la piedra y la madera, y de las gentes que han habitado esa tierra y han hecho posible que estemos aquí, en el Pautes medieval, contemplando la Torre del Infantado que más de 500 años atrás levantaran Orejón, don Tello, y Los Mendoza… Pero eso, ya es historia.
Hoy nos asomamos a un espléndido centro expositivo totalmente reformado y modernizado en su interior. Conserva el mismo aspecto de fortaleza exterior, pero su interior ha sufrido una completa transformación. Es un edificio en el que confluyen en armonía el pasado de piedra y el futuro etéreo.
Se ha rehabilitado entre los años 2001-2008 siguiendo el nuevo concepto de arqueología de la arquitectura. Esto ha permitido recuperar, por un lado, un yacimiento arqueológico en la planta baja del edificio (se han encontrado cerámicas, monedas, huesos…) y, por otro, documentar y recuperar ciertos elementos de los muros ocultos hasta ahora (saeteras verticales para flechas y pequeñas troneras para armas de fuego) así como tener una nueva interpretación funcional de la torre.
El edificio que ahora se nos presenta a la vista cuenta con ascensor y escaleras y se accede a las distintas salas por pasarelas de vidrio aparentemente desordenadas, que permiten el paso de la luz natural. Se combinan armónicamente la pared exterior de piedra con muros ligeros. El exterior se sigue manteniendo prácticamente intacto salvo por la limpieza de la piedra.
Hoy, en el 2011 comienza otra etapa en la existencia de la Torre del Infantado: pasa a ser sala de exposiciones y centro museístico sobre el Beato de Liébana.