Píldoras de Historia

Peregrinación del siglo XVI a Santo Toribio

14/05/2015
Nuestra nueva "Píldora de Historia" se remonta al siglo XVI y nos da cuenta de una peregrinación al Monasterio de Santo Toribio. Vamos a ella.

Imagen Comencemos diciendo que en el siglo XVI, como en los anteriores y alguno posterior, la devoción por las reliquias de santos era muy fuerte. El Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563, potenció esta devoción, de modo que hubo quien se dedicó a recorrer iglesias de medio mundo para venerar las reliquias en ellas conservadas. Es el caso, por ejemplo, del P. Diego de Salazar, jesuíta, quien en 1587 peregrinó a Santiago de Compostela. Una vez allí, "se partió por Mondoñedo a la ciudad de Oviedo, donde en la cámara santa gastó tres días mañana y tarde en oración, suplicando a todos los santos, cuyas reliquias allí están, por todas las cosas que traía encomendadas. Visitó en León el cuerpo de S. Isidoro, Arzobispo de Sevilla, y a Sto. Toribio de Liébana, y allí adoró el santo madero de la Cruz. Pasó al Crucifijo de Burgos, y volviendo por Palencia y Valladolid, y visitando las reliquias que había en los pueblos por donde pasaba, llegó a Madrid".

Vemos, pues, cómo este jesuíta pasó de Oviedo a León y de aquí a Santo Toribio. Y a la Cruz conservada en Santo Toribio atribuyó un "milagro". Así lo contaba en 1891 Juan Eusebio Nieremberg en su obra dedicada a los "Varones Ilustres de la Compañía de Jesús":

"De esta confianza tan cierta que tenía en la intercesión de la Virgen y sus santos, cuyas reliquias visitaba, nacía hacérsele sobrenaturalmente muchas cosas, haciendo Dios milagros para el consuelo de su siervo, que con tanta piedad había tomado tan largo viaje. En la primera peregrinación a los veinte y siete de agosto de 1587, habiendo visitado a Sto. Toribio de Liébana y al santo madero de la Cruz, que tienen en la cámara santa, y metido su dedo en el agujero del clavo con que se clavó la mano izquierda de Cristo nuestro Señor, a la vuelta se halló mala la mula con un hinchazón que no le dejaba caminar, y no teniendo humano remedio para que pudiese ir adelante, parecióle que no en balde nuestro Señor dejaba acá la santa cruz y las reliquias de sus santos, sino para el tiempo de las necesidades, y que teniéndola él al presente, Dios le remediaría con el remedio que suelen tomar otros peregrinos. Confiado, pues, en la virtud de la Sta. Cruz, hizo cinco cruces con el dedo que había metido en el agujero del santo madero por la devoción que siempre tuvo con las cinco llagas de Cristo, y luego sintió que su mula estaba sana, sin mostrar impedimento alguno para caminar en lo que le quedaba".

Hasta aquí este ejemplo de una peregrinación a Santo Toribio, ajena eso sí al jubileo, de hace 428 años.


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