Píldoras de Historia

Bicentenario de la iglesia de Salarzón II
Los donantes: Vicente y Pedro Gómez de la Cortina

En 2019 la iglesia de Salarzón cumple 200 años. En esta segunda entrega nos detenemos en las figuras de Vicente y Pedro Gómez de la Cortina

Como vimos en la primera entrega, Servando Gómez de la Cortina, primer Conde de la Cortina, murió el 27 de octubre de 1795. Pocos días después, el 8 de diciembre, su única hija, María Ana, de 16 años, se casaba con su primo Vicente Gómez de la Cortina, al que el fallecido Conde nombró como su tutor. Vicente, nacido el 7 de abril de 1765 en Salarzón, a donde se habían trasladado a vivir sus padres (su madre era de Esanos), y vecino de México desde hacía varios años, se convirtió así en conde consorte de la Cortina. Al parecer, con este matrimonio se pretendía que los condes de la Cortina siguieran llevando al apellido Gómez de la Cortina.

«Al ser doña María Ana Gómez de la Cortina su heredera universal, heredó el título de Castilla, el mayorazgo Gómez de la Cortina, así como una "una fortuna cuantiosa en bienes de campo, casas y en metálico, de las más limpias y saneadas que se han conocido en México". Todo ello haría posible que su marido Vicente Gómez de la Cortina tuviese una importante carrera en el Consulado del Comercio de México y dentro del Regimiento de Milicias Urbanas; que fuera además alcalde de primer voto de la ciudad de México, etc.». Esto dice Luis Arturo del Castillo, que, sin embargo, no profundiza en la figura de Vicente por escaparse al objeto de su tesis.

Tras la independencia de Méjico en 1821, Vicente, que años antes había luchado en las tropas realistas, «creyó de su deber retirarse a su país, en donde, por sus virtudes, más bien que por su fausto, conservó el ilustre rango de sus mayores y fue agraciado por la corte de Madrid con varias distinciones», mientras su esposa, la condesa, siguió en Méjico. En España, en Fuentes de Duero (Valladolid), falleció en 1842.

Cuenta Jesús Ángel Cantero en la web del valle de Bedoya que «D. Vicente y Dª Mariana venían a menudo a visitar a sus familiares de España y así eran largas las temporadas que pasaban en Salarzón. Debido a la arraigada religiosidad que tenían y viendo el lamentable estado en que se encontraba la vieja y ruinosa iglesia de San Juan Bautista de Salarzón, a principios del siglo XIX acordaron sufragar los gastos de una nueva iglesia, así como también la donación de la nueva casa rectoral en el mismo pueblo».

Un testimonio de la época nos confirma el apoyo de Vicente a su pueblo de Salarzón y también al de Cosgaya, del que descendían su padre y sus abuelos. Cuando en 1816 se tramita su solicitud de inclusión como Caballero de la Orden de Santiago, el encargado de la recopilación de los datos se acerca hasta Liébana para ver si cumple los requisitos y entrevista a unos cuantos testigos. Uno de ellos, Pedro Manuel de Soberón, afirma que «le distinguen y realzan memorables hechos como el de bienhechor a este pueblo y concejo con frequentes y piadosos donativos, y al de Cosgaya, fundando sus esquelas de primeras letras y edificándoles de nueba planta sus templos y parroquias, con otros innumerables beneficios que actualmente les prodiga y han prodigado el pretendiente y sus ascendientes y eternizarán su memoria como verdaderos patronos».

Junto a Vicente Gómez de la Cortina, II Conde de la Cortina, hay que detenerse en la figura de su hermano Pedro, nacido en Salarzón el 23 de octubre de 1767. A principios de 1778, con apenas 10 años, está ya en Méjico donde José y Servando, aprovechando su condición de albaceas testamentarios, le eligen entonces para ser capellán de la capellanía fundada por Alberto Rodríguez de Cosgaya, de modo que fuera él quien gozara de los réditos de los 3.000 pesos con que estaba dotada. Orientado, pues, al sacerdocio, estudia en el Colegio Real de San Juan de Letrán, en Méjico, a instancias de su tío abuelo José, quien en su testamento le lega 10.000 pesos, además de nombrarle como capellán de otra capellanía que él mismo funda con 4.000 pesos. Por tanto, cuando alcanza el sacerdocio tenía garantizada una buena renta.

Sin embargo, no se va a limitar a ejercer como mero sacerdote y, con la formación facilitada por sus parientes, consigue en 1795 la cátedra de Matemáticas en la Real y Pontificia Universidad de la ciudad de México. Además, hace carrera dentro de la Catedral mejicana, aunque la toma de posesión de uno de los primeros cargos en ella fuera toda una odisea. Entre 1803 y 1816 ocupó la lectoral, ascendiendo a continuación a la dignidad de chantre, maestro cantor.

Poco después, en 1818, solicita su inclusión en la Orden de Santiago, como había hecho dos años antes su hermano Vicente. Como a él, también se le admitirá después de un proceso en el que, como entonces, se incluye la visita a Salarzón del encargado de recopilar los datos, que fue el caballero y religioso Francisco Antonio de Bedoya. Nos detenemos especialmente en este punto porque en el momento de la visita, finales de julio y primeros de agosto de ese año 1818, las obras de la iglesia debían estar muy avanzadas o a punto de rematarse. Sin embargo, no hemos localizado en todo el expediente mención alguna al respecto ya que, incluso cuando va a obtener copia de las partidas sacramentales de los ascendientes se dirige a la casa del párroco que conservaba los libros parroquiales en una sala de la misma.

Pedro Gómez de la Cortina falleció en 1826, pero su memoria, como la de su hermano Vicente, se perpetúa, como vaticinara en 1816 el testigo antes citado, a través de la inscripción en la que se deja constancia de que él y su hermano Pedro erigieron la iglesia de Salarzón en 1819.


Ver Bicentenario de la iglesia de Salarzón I.

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