"Píldoras de Historia"

Los desprendimientos de 1902 del Canchorral
de Hormas y "Los Diablillos de Colio"

Gabino Santos Briz. 23/5/2022

Se cumplen estos días 120 años de "La Gran Llená", una gran avalancha caída desde el Canchorral de Hormas que puso en peligro el pueblo de Colio. Fue una de las mayores manifestaciones de un fenómeno que se llevaba produciendo siglos y que era conocido como "los Diablillos de Colio".

Río de La Sorda. Foto de Víctor Puente Cantero

Encontramos la primera noticia en el periódico El Cantábrico del 27 de mayo de 1902 en la que se dice que «las nevadas y el continuo temporal de aguas que en estos últimos días se ha dejado sentir en esta provincia y particularmente en las zonas altas, fueron causa de que el día 23 se desprendieran sobre el río llamado de La Sorda, que baña la falda de una montaña, dentro ya del pueblo de Colio, enormes peñascos y grandes cantidades de tierras arcillosas, hasta el extremo de cerrar el paso de las aguas por el cauce ordinario del río». Sigue diciendo la noticia que las aguas ocuparon cuatro kilómetros de la vega del pueblo, que los vecinos huyeron «al ver venir la inundación» y hacía un primer balance de daños:

«Las aguas del Sorda, al invadir la vega, arrasaron centenares de árboles; destruyeron varios caminos vecinales, dejando al pueblo de Colio incomunicado; hicieron desaparecer tres puentes, sin que de ellos quedase señal alguna; arrasaron algunas fincas de particulares e inutilizaron otras muchas, sobre las que fueron a depositar grandes cantidades de escombros, que difícilmente podrán ser retirados.
Las consecuencias de la riada no pueden ser mayores ni más grandes las pérdidas sufridas por aquel honrado vecindario, que en un momento ha quedado en la miseria».

Al parecer, según contó aquellos días un vecino de un pueblo próximo en carta publicada en La Atalaya, «el martes 20 (de este mes de Mayo) oíamos, durante toda la tarde, un gran ruido, sin saber la causa; y al siguiente nos dijeron que cayó en Colio una peña (que todos aseguran que sería tan grande como nuestra casa), y tras de aquélla, otras, no tan grandes; éstas bajaron mucho más cerca del pueblo de Colio, llegando hasta la capilla de San Lorenzo, en término de dicho pueblo; y todos los días se suceden los desprendimientos, habiendo temores de que sigan a estos otros más considerables. Proceden los derrumbamientos de Peña Orma, donde nace el río de San Francisco, que pasa por debajo de Otero (pueblo inmediato a Colio). No hubo desgracias personales, pero se calculan que serán por valor de cuatro mil duros las materiales que sufrieron los propietarios de Colio». Concluía la carta señalando que «un molino ha quedado muy estropeado, destruidas las paredes de un gran prado, que ya no lo parece, cubierto como está de tierra y piedras. Unos dos mil árboles han desaparecido también sin que parezca vestigio de ellos. Este desastre debió suceder a la entrada de la noche».

El Canchorral de Hormas. Foto de Víctor Puente Cantero

En días siguientes prosiguieron los desprendimientos y las noticias en la prensa proporcionaron más detalles. Así, se especificaba con todo detalle cómo se originó: «En el sitio denominado Canchorral de Hormas, en las estribaciones de los Picos de Europa, entre el puerto de Viñón y el de las Brañas, a 2.200 metros de altura, existe una cantidad enorme de peñascos acumulados desde tiempo inmemorial por desprendimientos de las rocas inmediatas. El Canchorral mide 450 metros de Norte a Sur y 410 de Este a Oeste. El suelo es arcilloso y está humedecido por varios manantiales, que reunidos dan origen al río La Sorda, de Colio. Conteniendo esas peñas y tierras, existía en el cauce del río una roca llamada Peña Roja, y habiéndose desprendido esta dejó libre el paso».

Se dijo también que «tan inmensa fue la cantidad de piedras y tierras desprendidas que ocupan un ancho que varía entre tres y sesenta metros, llegando hasta el Deva, y aún desde este río, todavía el fango se halla esparcido hasta Unquera» y el río estuvo tan turbio que en lugares como Panes no pudieron abrevar en él los ganados; que el ruido producido por la caída «de aquellas inmensas moles llegó a oírse a cuatro leguas de distancia, causando como es de suponer, la natural y justificada alarma»; que fueron cuatro los puentes destruidos inicialmente, además de una ermita -la citada de San Lorenzo- y un molino y que «los vecinos de Colio, auxiliados por los de los pueblos limítrofes, reconstruyeron los puentes, estableciendo además paso para los carros; pero muy pronto fueron destrozados por nuevos desprendimientos de rocas y nuevas riadas que incomunicaron entre sí a los referidos pueblos». Las pérdidas causadas en fincas se elevaron hasta las 60.000 pesetas de la época.

Las ayudas solicitadas por el Ayuntamiento al gobernador y a la Diputación consiguieron que esta última aportara, ya en agosto, mil pesetas del fondo de calamidades públicas para restablecer caminos vecinales y que en octubre enviara dos ingenieros, quienes, ante la magnitud del Canchorral, solo pudieron aconsejar la construcción «de un muro que defendiese el barrio de La Parte, donde realmente son dos las casas que peligran de ser arrasadas», de reproducirse los desprendimientos, cosa que no se produjo entonces.

Estos desprendimientos se venían produciendo desde siglos antes (el año de "la Gran Nevaona", 1888, dice Víctor Puente que se llevó consigo el molino de La Parte) y han seguido después (en 1906, 1924, 1996...), aunque sin tanta virulencia como en 1902.

Como ya dijimos este fenómeno era conocido como "los Diablillos de Colio". En la guía "Liébana y Picos de Europa" de 1913 se especificaba que «El origen de esta conseja fue el siguiente. Sobre el mismo pueblo de Colio y a poca distancia de él se abre en la peña una estrecha garganta perpendicular de varios centenares de metros de longitud que comienza en el llamado Canchorral de Hormas. Por ese cañón, de vez en cuando, y sin que al parecer el hecho obedeciera a causa alguna externa, pues solía ocurrir en días serenos y despejados, caían enormes pedruscos que al rebotar en las paredes del cañón producían un ruido estruendoso y que se oía desde la mayor parte de los pueblos de Liébana. Ese hecho inexplicable, hizo creer que era producido por algún agente sobrenatural y la imaginación exaltada de aquellas gentes no encontró otra explicación que la de la intervención del diablo».

Colio desde el Canchorral de Hormas. Foto de Víctor Puente Cantero

Indalecio León, farmacéutico en Potes, escribió al respecto el 27 de mayo de 1902, pocos días después del gran desprendimiento que acabamos de relatar: «lo chusco, lo que más me ha chocado, es la explicación que se dan del caso la generalidad de estos aldeanos», explicación que recoge a continuación:

«Aquí tienen la firme convicción de que hay gentes a quienes los espíritus malignos se les meten en el cuerpo y a esos señores espíritus llaman espiritines; el que los tiene, o supone tal, se sube al exmonasterio de Santo Toribio para que el eclesiástico que ejerce de párroco los expulse, como si fuesen una lombriz solitaria, y los tales espiritines se van a una caverna que hay en esta montaña, en donde tantos se han reunido, que no caben, sin duda, y ellos solitos han producido el cataclismo. Añada usted que cuando ocurrió el derrumbamiento de tierras, piedras y agua cenagosa, desprendía un olor muy acentuado a sulfuros, y vaya usted a convencer a estos Mochales de que no es el mismísimo demonio quien ha producido y está aún produciendo los desprendimientos de Colio».

El tratamiento despectivo a los aldeanos provocó la contestación de "Un lebaniego", quien, tras poner de manifiesto que los desprendimientos se producen «desde mucho antes que nacieran los más ancianos del pueblo» y muchas veces «en los días más serenos y despejados del verano», escribe que «siempre fue la gente, y lo es la de ahora que presumimos de más ilustrados, dada a atribuir a una intervención sobrenatural todos aquellos fenómenos cuya explicación natural no se halla al alcance de su inteligencia». Y se pregunta: «¿qué extraño es que hace dos siglos o más los habitantes de Colio atribuyeran a la intervención de los espíritus o del diablo los desprendimientos que ocurrían en Hormas y que veían en los días claros del estío, sin causa aparente que los explicara, y acompañados de ruidos que semejan grandes truenos y se oyen a enormes distancias?". Pero "que se conserven esas leyendas y consejas, no quiere decir que hoy se crea en ellas».

Como vimos, ya entonces tenían claro su origen en El Canchorral de Hormas. La explicación científica actual nos la da, por ejemplo, Roberto Rodríguez Fernández, en la Guía geológica del Parque Nacional de los Picos de Europa, que achaca este fenómeno al hecho de que «las calizas que forman estas cumbres se apoyan sobre un nivel de pizarras que, en momentos de precipitación intensa, se comportan plásticamente y tienden a fluir. Como consecuencia, una parte de la ingente masa de calizas situada por encima de las pizarras se ha desgajado de la montaña y ha ido deslizándose pendiente abajo al tiempo que se ha ido fragmentando», yendo a parar el material suelto al cauce del río La Sorda, originando aluviones como el de 1902 al que hemos dedicado esta "píldora de historia".

Las fotos proceden de la página que Víctor Puente Cantero dedica a El Canchorral de Hormas. Un paraje geológico único en los Picos de Europa.

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