Pese a sus glorias pasadas, que comienza recordando la crónica, era entonces Maredes "la más pequeña aldea de la comarca, un barrio de Campollo habitado por tres familias". Su ermita de la Magdalena se había derrumbado hacía unos 25 años, trasladando la imagen de la Santa a la iglesia de Santa Justa de Campollo. Los vecinos suspiraban desde entonces "por una capillita donde restablecer su trono. Un hijo del pueblo recogió estos deseos y abrió una suscripción entre sus convecinos de allende los mares, con cuyos recursos se reconstruyó la ermita".
Aquel 22 de julio, que amaneció sin una nube, bien pronto «los jóvenes de Campollo habían recorrido ya todo el pueblo redoblando su tambor y disparando cohetes». Y sigue la crónica:
"Las campanas dieron los toques de costumbre en las grandes festividades, y a las nueve y cuarenta salía la procesión de la Iglesia parroquial con la imagen de la Magdalena, presidiendo el párroco de Villaverde acompañado de varios sacerdotes, de muchos forasteros y de todo el pueblo en masa. Se subió la pendiente rezando el santo Rosario, y tras breve descanso, la procesión volvió a ponerse en marcha entonando la letanía".
"A las 10 y veinticinco llegó la procesión a Maredes, habiendo invertido 45 minutos en el trayecto. Inmediatamente el señor Teniente arcipreste, expresamente facultado, procedió a bendecir la ermita, rociándola exterior e interiormente con agua bendita, usando para esta ceremonia la planta hisopo ordenada por la rúbrica. A las 10 y 50 comenzó la misa solemne, que cantaron cuatro sacerdotes, oficiando de preste el párroco del pueblo asistido del de Valmeo y Bores".
En la homilía, el párroco, Castor Bedoya, da gracias a los bienhechores y a los asistentes y felicita a los vecinos de Maredes por volver a contar con la imagen de la Santa, de quien destaca después cómo cambió su vida de pecadora por otra de penitente, exhortando a los oyentes a seguir sus pasos. Seguir leyendo: página 2.