Píldoras de Historia

Accidente mortal de coche, valmeo-1926

En las carreteras de Liébana también han perdido la vida muchas personas a lo largo del último siglo.

En recuerdo a todas ellas, rememoramos uno de los accidentes más graves ocurridos en la comarca. Fue el 20 de diciembre de 1926. A las siete de la tarde de aquel día salieron de Potes hacia La Vega en un automóvil de alquiler del señor Robles, el hijo de éste, Alfredo, que conducía, llevando como ayudante al joven Sergio Fernández y como pasajeros a Cayo Campollo, de Vejo; a su hijo Domingo, secretario del Ayuntamiento de Vega de Liébana; y a José Peña, de Toranzo.

"Al llegar al pueblo de Valmeo, en un pequeño recodo que allí forman el río y la carretera, a la entrada de la curva, al comenzar el pretil que defiende ésta, el automóvil se precipitó al río", según contaba La Voz de Liébana, que seguía relatando con gran detalle lo ocurrido después:

"Según dicen, se dieron cuenta de lo ocurrido unos muchachos que se hallaban en unas tierras al otro lado del río, y dos hombres que iban por el camino de Campollo, los cuales volvieron a Valmeo, a avisar que habían visto un automóvil con los faros encendidos, que iba por la carretera, desaparecer de repente, suponiendo habría caído al río.

Algunos vecinos de Valmeo, provistos de luces, de cuerdas y de picos, acudieron inmediatamente a prestar auxilio a las víctimas, y tuvieron que empezar por abrir en el talud vertical del tajo, que allí tiene veinte o treinta metros de altura, una senda, mejor dicho, escalones, para poder bajar al lecho del río, donde se hallaba el automóvil con sus ocupantes. Con ellos bajó el párroco de Valmeo, don Gerardo Gómez, que dio la absolución "sub conditione" a las víctimas. Desgraciadamente, todos los auxilios eran inútiles, pues encontraron a las víctimas del accidente ya exánimes. Tres de ellas, agrupadas en un saliente de una roca, y otra, aprisionada entre los restos del automóvil, que se hallaba acostado de lado en el mismo lecho del río. Los tres primeros cadáveres eran los de los ocupantes del interior del carruaje, o sean don Cayo Campollo, don José Peña y el joven Sergio Fernández; el otro era el del conductor del automóvil, Alfredo Robles. En las primeras pesquisas, no pudo hallarse el cadáver del viajero que ocupaba un asiento al lado del conductor, o sea el de don Domingo Campollo.

Pocos momentos después, llegaron algunas personas de Potes, a donde había llevado la noticia el caminero don José Sánchez y juntamente con los de Valmeo, organizaron los trabajos para la extracción de los cadáveres.

A las nueve de la noche, llegamos nosotros al lugar de la desgracia. En la carretera, se hallaba un centenar de personas presenciando los trabajos de exploración que se llevaban a efecto en el lecho del río, y comentando tristemente la catástrofe. Ya se encontraban allí el señor juez de instrucción, don Marcelino Rancaño; el señor teniente de la Guardia civil, don Higinio García, y una pareja del benemérito instituto.

Desde la carretera, el cuadro ofrecía una visión dantesca. Arriba, asomados al pretil, cien rostros siguiendo con ansiedad el resultado de las exploraciones que se estaban llevando a efecto en el fondo del tajo; abajo una docena de luces, que al moverse de un lado para otro, se reflejaban en las aguas del río y permitían seguir el curso de los trabajos en busca de las víctimas. De vez en cuando, se agrupaban cuatro o seis de aquellas luces, se adivinaba que habían encontrado algo, se oían algunas voces, y minutos más tarde, se veía que lentamente y con gran trabajo, ascendían por la senda inverosímil, más bien escalera, abierta en el talud vertical del tajo del río, cuatro o cinco hombres que luchando con la dificultad que ofrecía la estrechez de la senda, lo peligroso del terreno y el peso de que eran portadores, llegaban a una meseta, situada a la mitad de la subida, y allí depositaban el cuerpo de una de las víctimas. De la carretera fueron bajando algunos al lugar donde se colocaban los cadáveres y allí se formó un grupo de un par de docenas de personas. De vez en cuando, subía alguna de ellas a la carretera y los que allí estaban les interrogaban, deseando saber cuántos y quiénes eran los cadáveres encontrados, y los que los habían visto decían que de tal modo se hallaban destrozados, que era difícil conocerlos.

Cerca de dos horas duraron estas operaciones, y al cabo de ellas, se habían extraído del río cuatro cadáveres: los de don Cayo Campollo, don José Peña, Alfredo Robles y Sergio Fernández, habiendo resultado infructuosas cuantas pesquisas se realizaron para encontrar el cuerpo de la otra víctima, don Domingo Campollo.

El señor Juez ordenó que los cadáveres fueran trasladados al atrio de la iglesia de Valmeo, donde se quedaron velándolos, durante la noche, varias personas de Valmeo y Potes, amigos y allegados de las víctimas.

Al día siguiente, en las primeras horas de la mañana, fue encontrado el cadáver de don Domingo Campollo, unos cincuenta metros más debajo de donde fue hallado el automóvil, y a donde, sin duda, fue arrastrado por la corriente del río."

Los entierros en Vejo, Enterrías, Toranzo y Potes fueron una "imponente manifestación de duelo".

Cinco muertos, pues, costó este accidente ocurrido en 1926. Con ellos recordemos a todas las víctimas de accidentes de tráfico.

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